Poblado de Sobrevivientes de Rugerero
Gisenyi, Ruanda (2004 al presente)
(Izquierda) “Sin lugar para sentarse” de Chris Noble, (derecha) celebración de la comunidad en 2008
Ruanda es un país hermoso lleno de verdes praderas y montañas. En la frontera con Congo al oeste de Ruanda, se encuentra Gisensy, una bella ciudad sobre el Lago Kivu, a unas tres horas de viaje en auto desde Kigali, la ciudad capital.
Cuando mi anfitrión Jean Bosco Musana me llevó a visitar el Poblado de Sobrevivientes de Rugerero, estaba encantada con ese espacio verde y abierto. Pero el silencio y las casas construidas de bloques de cemento gris con ventanas sin vidrios lo convertían en un poblado desolado y triste. Golpeamos a la puerta de Mama Emma, la única adulta que vi ese día. Era anciana y delgada; nos saludó cortésmente pero en silencio.
La visité cada vez que regresé al poblado; no recuerdo que hablara mucho. Me enteré que durante el genocidio Mama Emma perdió a casi todos los miembros de su familia por el lado paterno. Desde entonces, casi nunca habla.
El Poblado de Sobrevivientes alberga 100 familias, que se componen mayormente de viudas, jóvenes huérfanos y niños muy pequeños. Después del genocidio, el gobierno rápidamente construyó estructuras simples para albergar a los más pobres. En estas casas no había electricidad, agua corriente, ni instalaciones. Las personas eran amontonadas, y no conocían ni confiaban en los vecinos. Nadie sonreía ni reía salvo los niños. Habiendo perdido sus casas y familiares, sin ingresos ni posibilidades de trabajo, los pobladores sufrían en soledad. Sentí una quietud dolorida en el poblado durante mi primera visita en julio de 2004.
Para poder sanar, necesitábamos abordar tanto el pasado -la fuerza destructiva, oscura y diabólica que se manifestó en el genocidio de 1994, y el presente -los sobrevivientes y sus futuras familias. La construcción del Monumento conmemorativo del Genocidio de Rugerero ayudó a los sobrevivientes a honrar a sus muertos y a sanar. La transformación del Poblado de Sobrevivientes, que se produjo a lo largo de un período de diez años de construcción de infraestructura y capacitación, empoderó a los pobladores para crear un trabajo autosustentable y prosperar.
Este proyecto de transformación integral incluyó la instalación de dispositivos de recolección de agua de lluvia para los pobladores, la construcción de instalaciones sanitarias ventiladas para todas las familias, la creación de un sistema básico de salud, el lanzamiento de un programa de microcréditos, la puesta en marcha de cría de cabras y pollos, y la promoción de actividades de capacitación en oficios, que se extendieron durante varios años, y que abarcaron varias disciplinas entre ellas, costura, tejido de cestas, producción de aceite de semillas de girasol, producción de carbón a partir de hojas, montaje de paneles de energía solar, y arte y escultura.
Con el impulso y la guía de la propia comunidad, este proyecto de desarrollo comunitario extensivo se benefició enormemente de la experiencia de muchos profesionales locales e internacionales, entre ellos la Cruz Roja de Ruanda, Ingenieros sin Fronteras, la Universidad Thomas Jefferson de Filadelfia, la Universidad de Florida en Gainsville, Skyheat Associates de Maine, y muchos más. Agradecemos enormemente el apoyo de muchos visionarios que aportaron financiamiento y a los donantes privados que ayudaron a que este proyecto tuviera éxito.
El Proyecto Sanar a Ruanda demuestra el poder del arte para transformar lo partido en entero otra vez, y la desolación en vitalidad y esperanza. El arte no es meramente un lujo que se adquiere, es esencial al bienestar del alma humana. Crear arte en lugares de desesperación es como encender una fogata en la oscuridad de una noche de invierno. Ilumina, invita, y trae esperanza. El arte pone los cimientos para la posibilidad de transformación social profunda, y los artistas pueden tener un papel esencial en este cambio.